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"La literatura nace, muy probablemente, del viaje, del relato desmesurado que el nómada compartía con sus congéneres alrededor del fuego sobre los prodigios y terrores de un mundo que aún no estaba dibujado en los mapas". Marta Salís- traductora y editora de la antología "Viajeros. De Jonathan Swift a Alan Hollinghurst (1.726-2.017)".
Históricamente, la trayectoria de la transmisión cultural en el mundo, desde hace miles de años, ha sido la de los viajes, las lecturas y las ferias.
Todo inició con los viajes de exploradores, aventureros, científicos, que, como constante del ser humano de caminar y conocer, propiciaron descubrimientos que posteriormente dieron cuenta de ellos a través de informes rigurosos y luego narraciones más experimentales acerca de los periplos.
Ambos tipos de documentos fueron llegando a un público selecto que podía hacerse a ellos económicamente, al tiempo que la capacidad lectora era muy baja dentro de la población en general. La lectura fue una actividad excluyente por muchos años.
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Hasta el siglo XV fueron los monjes encerrados en monasterios, quienes se dedicaban exclusivamente a este oficio; inicialmente con el propósito de salvaguardar el conocimiento humano, y posteriormente atendiendo las demandas de nobles lectores en su afán de conocimiento.
La iglesia católica fue autorizada por los feudales para permitir y prohibir los manuscritos que saldrían para el conocimiento humano.
Sin embargo, en años posteriores, no faltó la iniciativa de vendedores de libros que contrataron copistas para generar a manera de editorial incipiente, sus propios libros, corriendo el riesgo de ser descubiertos por la edición y venta de manuscritos prohibidos, los cuales eran quemados al igual que sus editores.
Los copistas, fueran los de los monasterios o los contratados por los libreros, contribuyeron en la creación de las bibliotecas privadas de los burgueses de aquellos años.
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Con la imprenta la posibilidad de crear muchas más copias de manuscritos atrajo capital para inversión en ediciones y la existencia de numerosos libros que ya no solo iban a parar a las bibliotecas de los nobles.
La posibilidad de llevar la lectura a más lugares geográficos fue real, pese a la bajísima alfabetización de la población en general.
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Así como la función de los copistas estuvo a cargo de los monjes, la alfabetización fue muy controlada por la iglesia católica y no así, por la iglesia protestante que vio en ella, la posibilidad de mayor desarrollo económico y bienestar para la población.
De tal manera que para finales del siglo XIII se dio una gran apertura lectora.
Los libros ya no eran exclusividad de los hogares de los ilustrados, sino que pasaron a ser objetos valiosos para las clases medias y populares.
Con esto, el incipiente gremio librero buscó consolidar aun más el negocio, por medio de la realización del mercado del libro a través de ferias.
A finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI, (aunque hay evidencias de previos intercambios y venta de manuscritos en el mercado de Frankfurt en el siglo XI) aparecieron las primeras ferias del libro en Frankfurt y Leipzig.
En ellas y posteriormente en toda Europa, se podían encontrar todo tipo de textos, manuscritos y libros, y se había acumulado dinero suficiente por parte de libreros y editores, que vieron en la creación y participación en ferias del libro, la oportunidad de realizar nuevos negocios y de generar más lectores, aprovechando la creciente alfabetización en la población europea.
Si bien en sus inicios las ferias eran reducidas y con la presencia únicamente de los profesionales relacionados con el libro, poco a poco su capacidad de desarrollo ha logrado vincular especialmente, a los lectores, a los que al fin y al cabo debe llegar este producto cultural.
De los viajes a través de la historia del mundo hasta la creación de las ferias del libro, con el propósito de que tanto inquietos por el mundo antes del lenguaje escrito como los lectores nacientes posteriores a la imprenta de Gutenberg, hay una larga trayectoria de siglos.
Efectivamente, fueron los viajes los que propiciaron el relato de lo encontrado y vivido en ellos, primero oralmente y posteriormente con la literatura, que no sólo fue literatura de viajes, sino que estos fueron la base de muchas novelas, ensayos, poesía y diferentes estudios acerca de lo que los viajes han aportado al desarrollo cultural y económico del mundo.
Tras muchos siglos, se ha consolidado una interesante cultura del libro.
"Ir, ver y contar. No hay literatura de viajes sin desplazamiento, sin las realidades de otros mundos, sin la imaginación para recorrer con ella a otros géneros: poesía, ensayo, ficción, memorialística, crónica". Marta Salís- traductora y editora de la antología "Viajeros. De Jonathan Swift a Alan Hollinghurst (1.726-2.017)".
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