Durante siglos, cuando los viajes se constituyeron en parte esencial del ser humano y de la manera de vivir, los cuadernos de notas de viajes se convirtieron en su guía y evidencia de sus pléyades.
Los cuadernos de viaje han sido utilizados por diferentes escritores durante sus trayectorias, plasmando en ellos lo que ven, lo que sienten y sus reflexiones sobre los lugares y los lugareños, sobre toda su experiencia en el viaje, de manera que posteriormente, sirvan de materia prima para sus libros.
Etimologicamente, cuaderno deriva del latín quatermi (de cuatro en cuatro) por componerse originariamente de cuatro pliegos. La RAE define cuaderno como el conjunto o agregado de algunos pliegos de papel doblados y cosidos en forma de libros.
Algunos historiadores indican que el cuaderno sería el resultado de la evolución del papiro, ya usado desde el siglo IV antes de Cristo.
Y en siglos más recientes, cómo se conocieron estos cuadernos y en dónde se conseguían? Siguen teniendo la misma importancia que hace años?
Históricamente ha sido difícil tener claras evidencias de las personas que por alguna razón se dieron a la tarea de crear estos artículos, quizás con un sencillo plan de mercadeo y llegando a papelerías frecuentadas por diferentes personalidades de la cultura.
Quizás fue algo así... "Ethan Coté, un hombre delgado, de mediana estatura, de cincuenta años, vivía en Tours en los años 70.
Tenía un pequeño taller donde realizaba sus trabajos de tipografía por encargo y la encuadernación de algunos productos propios.
Llevaba varios años en el negocio, tenia sus proveedores de papel, pegantes, hilos y de piel que según encargo le suministraban la materia prima para los productos que debían ser procesados y entregados a sus clientes.
Su mujer y tres hijas compartían con él su vida.
Por años mantuvo un volumen alto de negocios que le permitía vivir cómodamente con su familia.
Sin embargo, en los últimos dos años se fue dando cuenta de que su mercado en París estaba siendo competido con cierta notoriedad y puso todo su énfasis y creatividad en la venta adecuada de sus cuadernos empastados con hule.
Cada mes subía a su carro Renault 4 rojo, las cajas que contenían los cuadernos y demás productos y después de conducir casi cuatro horas (no le gustaba forzar su vehículo con la velocidad), llegaba a la papelería de la Rue de l´Ancienne Comedia a hacer entrega a su dueña de numerosos de sus cuadernos. Ella, fiel a Ethan su buen proveedor, no aceptaba la oferta de otros distribuidores de cuadernos similares.
Le gustaban y eran bien vendidos entre sus clientes. Entre ellos asistía con frecuencia un ciudadano inglés a llevarse varios de esos cuadernos, antes de iniciar un nuevo viaje".
Era Bruce Chatwin, escritor de libros de viaje y novelista, nacido en Sheffield en 1940 y fallecido en Niza en 1989.
En su viaje a Australia, llevó uno de sus inspiradores cuadernos con pasta de hule que él llamaba moleskine o piel de topo, de los cuales habla en el libro LOS TRAZOS DE LA CANCIÓN: "Perder el pasaporte era la menor de las preocupaciones de uno, perder un cuaderno era una catástrofe. Durante aproximadamente veinte años de viajes, sólo perdí dos. Uno desapareció en un autobús afgano. El otro lo confiscó la policía secreta brasileña".
Para asegurarse que un cuaderno perdido fuera devuelto, en la primera hoja siempre escribía dos direcciones y una nota donde aseguraba una gratificación.
Bajo el amparo de estos cuadernos, escribió varios libros como: En la Patagonia, Los trazos de la canción, Bajo el sol, Utz, El virrei d Ohidah, Le chant des pistes, entre otros.
Mientras algunos de los objetos de viaje de Bruce Chatwin se encuentran en la biblioteca de Oxford, de nuestro personaje de ficción Ethan Coté, sólo sabemos que en 1986, la dueña de la papelería le informó a Chatwin, que eran los últimos cuadernos porque la fábrica que los creaba había cerrado tras la muerte del encuadernador.
Tomado de www.4ojos.com |
Nicolás Bouvier también acostumbraba llevar en sus viajes cuaderno de notas, donde no pasaba por alto ningún detalle de todo cuanto experimentaba en sus trayectorias.
Tomado de www.formidablemag.com |
Sentado en una cafetería, en su carro en la cuneta del camino, no importaba el lugar, siempre daba prioridad a sus escritos.
Y que decir de Paul Theroux, quien se apoyó en sus cuadernos de notas viajeras para escribir libros como Las columnas de Hércules, El gran bazar del ferrocarril, La costa de los mosquitos, El tao del viajero, entre muchos otros.
Y Javier Reverte con sus libros El sueño de África, El corazón de Ulises, La aventura de viajar, Suite italiana, New York, New York, entre muchos otros. Sus cuadernos de viaje siempre fueron la fuente de inspiración de sus manuscritos.
Lo cierto es que en el siglo XIX, ya existían las pequeñas fábricas que producían libretas y cuadernos de notas empastados en piel o hule, muy utilizadas por Vincent van Gogh y Óscar Wilde y posteriormente en el siglo XX, famosos como Pablo Picasso, Ernest Hemingway, Henri Matisse y Bruce Chatwin.
En las décadas del 70 y 80, eran muchos los encuadernadores dedicados a estos artículos, y con el tiempo fueron evolucionando a cuadernos que permitían no sólo ser utilizados durante el viaje, sino también en su fase previa, lo que invitaba a disfrutar del viaje desde antes de realizarlo.
Muchos de los escritores viajeros han planificado en ellos el interés por dirigirse a cierto destino, pero sobretodo para documentar las variadas experiencias de sus periplos.
Tanto los libros de viajes como los cuadernos de notas viajeras, han sido los inspiradores de vivir y transmitir a otros, los conocimientos adquiridos durante sus trayectorias.
En 1995 a María Sebregondi profesora universitaria y lectora de los libros de Bruce Chatwin, puso todos sus esfuerzos en retomar los cuadernos utilizados por el escritor y logró que en 1997, la editorial milanesa Modo&Modo se interesara por su idea y registrara la marca en el mercado como Moleskine.
Hoy en día se han diseñado gran variedad de estos cuadernos, lo que indica que estos artículos se venden y que en la globalización, las personas quieren viajar así no sea a descubrir lugares no descubiertos, que ya no existen, a descubrir otras formas de vida y de pensar, tomar nota de esas experiencias con culturas diferentes, las conversaciones con los lugareños, así como las reflexiones que surgen durante la travesía.
Por corto o sencillo que sea el viaje, éste inspira, invita a la escritura y si hay un plan previo de cómo rodearse de los lugareños y no solo de los lugares turísticos, la experiencia va a ser muy valiosa.
Y aunque no se sea escritor, manifestar sensaciones, pensamientos y reflexiones acerca del mismo es un derecho intrínseco del viaje y una forma de comprender lo importante que fueron estos cuadernos para los escritores viajeros de los últimos siglos.